EL CUENTO DEL CIPITIO.
Como el alba fresca en la mañana, con las estrellas casi marchándose y con la llegada de un nuevo temporal amanecía en Cuscatlan. Tierra de muchos volcanes, campiñas y sembradíos, de muchas culebras masacuatas, de corales y de garrobos que calientan su cuerpo junto a el Sol. Poco a poco se fue clareando por cada rincón de esta tierra mientras las hijas de Kushkatan palikman poco a poco salían para cortar los frutos que les mandaba desde lo alto los poderes grandes. Adornadas con lindos piedras de jade en sus cuellos y colores extraordinario por las plumas de Guacamayas parecían que al caminar no tacaban el suelo cual reinas llenas de majestuosidad recorrían las veredas adornadas por piedra del Volcán el cual los iluminaba en las noches mas obscuras. Entre sus manos los racimos de guineo majonchos y las naranjas tan dulces como la misma miel; algunos icacos y matas de chipilin las cuales arrancaban con delicadeza de la tierra. Eran cuatro lindas doncellas morenas que a la sombra de un ámate descansaron mientras contemplaban un riachuelo que corría muy lento a pesar de la primeras lluvias recién caídas, por lo que entraron a sus cristalinas aguas lentamente cubrieron sus cuerpos con la frescura de aquel oasis.
Los gritos se perdían entres los matorrales llenos de güiscoyol, y solo una sombra los escucho muy lejos, guardo silencio y detenidamente mientras se orientaba comenzó a caminar en dirección de aquel alboroto. Voló entre los árboles de aguacate colgándose de las nubes y en pocos segundos llego hasta la orilla de río. Se quedo atónito cuando contemplo la belleza de aquellas cipotas, morenas de ojos almendrados. Están mientras jugaban en las aguas no se dieron cuenta que alguien la observaba pues solo el Volcán las cubría con su sombra.
Lentamente salieron del agua y se sentaron a al orilla mientras comían alguna fruta y poco a poco se fueron quedando dormidas a la luz del sol y de las blancas nubes que volaban en todos sentidos. Lentamente un resplandor salio de los matorrales y sin mover ninguna hoja, ni levantar polvo camino hacia ellas como lo hacen los tigrillos cuando están al asecho y como a una distancias de tiro de arco se quedo petrificado al ver la hermosura que las envolvía. Cuando se disponía a dar la vuelta unos ojos se le quedaron clavados en los suyos como dardos muy filosos, que le impedían correr, y solo por un segundo sintió perder sus fuerzas, pero sacando de flaquezas corrió muy lejos mientras pensaba en aquel rostro que se quedo gravado en su corazón. Las demás doncellas se levantaron y observaron que Sihuehuet levantaba la mirada con dirección al Volcán y da unos pasos pero sus ojos están clavados buscando algo. Le preguntan:
-Sihuehuet, que te sucede.
-Lo vieron.
-A quien?, responde otra.
-Al Príncipe.
-Cual príncipe.
-Sihuehuet. -Ese de ojos azules.
Pero por mas que alzaban sus ojos no veían nada, mas que la sombra del coloso gris al fondo de paraje. Comenzaron a caminar con dirección hacia a los amates que gobernaban como custodios celosos el lugar donde habitaban; y después de bordear un riachuelo de agua transparente y muy caliente llegaron hasta su hogar.
Sihuehuet era hermosa, y su cuerpo era la perfección, muchos príncipes pipiles añoraban tenerla como su mujer, pero ninguna podía llenar su corazón. y por mas regalos que llegaban hasta sus pies ninguna movía si voluntad.
El padre Sol Jaguar reinaba ya, las lluvias se habían marchado para su hogar y el calor llenaba con su esplendor. El Jaragua se había secado y lo que antes eran sembradíos ahora no eran más que tierra muerta. Sihuehuet, recorría los caminos llenos de veraneras las cuales adornaban con sus colores el paisaje y poco a poco llego hasta las rivera del rió donde esperaba encontrar matas de güiscoyol.
Unos quejidos provenían del otro lado y con terror pudo ver que unos muchachos estaban sobre sus cuerpos. Camino sobre el árbol de Bálsamo que dormía sobre el rió y al llegar hasta ellos trato de hablarles.
Uno de ellos le pregunto:
-Quien eres
-Ella respondió. Sihuehuet, princesa Pipil Tolteca, hija del Gran dios al igual que le príncipe Atonal.
-Ho nuestro señor Atonal, nos ha enviado pues esta luchando contra gente que no es igual a nosotros. Son de piel como la luz y parecen dioses pues tienen cuerpos como animales salvajes mitad bestia y mita hombre. Sus manos tiran fuego que daña a nuestros hermanos y están con ellos guerreros malos que dan lucha contra los guerreros del príncipe Atonal.
-Corre hasta tu señor y dile que se marche hacia la cumbre de los montes porque matan a nuestros hermanos.
- Sihuehuet, saco el fuego que toda princesa portaba y con unas hojas de mata de huerta soplo hasta formar una nube negra la cual se elevo por los aires hasta ser vista desde muy lejos por sus guerreas, los cuales como liebres llegaron hasta donde estaba ella.
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